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21 de abril de 2021 às 11:31 14 views

 

Los terrenos del colegio estaban envueltos en una oscuridad total. Harry bajó por la explanada hacia la luz que brillaba en la cabaña de Hagrid. También el interior del enorme carruaje de Beauxbatons se hallaba iluminado. Mientras llamaba a la puerta de la cabaña, Harry oyó hablar a Madame Maxime dentro de su carruaje.

—¿Eres tú, Harry? —susurró Hagrid, abriendo la puerta.

—Sí —respondió Harry, que entró en la cabaña y se desembarazó de la
capa—. ¿Por qué me has hecho venir?

—Tengo algo que mostrarte —repuso Hagrid.

Parecía muy emocionado. Llevaba en el ojal una flor que parecía una
alcachofa de las más grandes. Por lo visto, había abandonado el uso de aceite lubricante, pero era evidente que había intentado peinarse, porque en el pelo se veían varias púas del peine rotas.

—¿Qué vas a mostrarme? —dijo Harry con recelo, preguntándose si
habrían puesto huevos los escregutos o si Hagrid habría logrado comprarle a otro extraño en alguna taberna un nuevo perro gigante de tres cabezas.

—Cúbrete con la capa, ven conmigo y no hables —le indicó Hagrid—. No vamos a llevar a Fang, porque no le gustaría...

—Escucha, Hagrid, no puedo quedarme mucho... Tengo que estar en el
castillo a la una.

 

 

 

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