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19 de janeiro de 2019 às 07:06 20 views

 

—Es «somormujo» —dijo Hermione deprisa—, pero ésa no es la cuestión..

No pudo terminar lo que estaba diciendo, sin embargo, porque el retrato de la señora gorda se abrió y se oyó una repentina salva de aplausos. Al parecer, en la casa de Gryffindor todos estaban despiertos y abarrotaban la sala circular
común, de pie sobre las mesas revueltas y las mullidas butacas, esperando a que ellos llegaran. Unos cuantos brazos aparecieron por el hueco de la puerta secreta para tirar de Ron y Harry hacia dentro, y Hermione entró detrás de ellos.


—¡Formidable! —gritó Lee Jordan—. ¡Soberbio! ¡Qué llegada! Habéis
volado en un coche hasta el sauce boxeador. ¡La gente hablará de esta proeza durante años!


—¡Bravo! —dijo un estudiante de quinto curso con quien Harry no había hablado nunca.

Alguien le daba palmadas en la espalda como si acabara de ganar una
maratón. Fred y George se abrieron camino hasta la primera fila de la multitud y dijeron al mismo tiempo:


—¿Por qué no nos llamasteis?

Ron estaba azorado y sonreía sin saber qué decir. Harry se fijó en alguien que no estaba en absoluto contento. Al otro lado de la multitud de emocionados estudiantes de primero, vio a Percy que trataba de acercarse para reñirles. Harry le dio a Ron con el codo en las costillas y señaló a Percy con la cabeza. Inmediatamente, Ron entendió lo que le quería decir.

—Tenemos que subir..., estamos algo cansados —dijo, y los dos se
abrieron paso hacia la puerta que había al otro lado de la estancia, que daba a una escalera de caracol y a los dormitorios.


 

 

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