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9 de março de 2018 às 09:04 17 views

 

Harry miró su escoba. Era vieja y algunas de las ramitas de paja
sobresalían formando ángulos extraños.


—Extended la mano derecha sobre la escoba —les indicó la señora
Hooch— y decid «arriba».


—¡ARRIBA! —gritaron todos.

La escoba de Harry saltó de inmediato en sus manos, pero fue uno de los pocos que lo consiguió. La de Hermione Granger no hizo más que rodar por el suelo y la de Neville no se movió en absoluto. «A lo mejor las escobas saben, como los caballos, cuándo tienes miedo», pensó Harry, y había un temblor en la voz de Neville que indicaba, demasiado claramente, que deseaba mantener sus pies en la tierra.

Luego, la señora Hooch les enseñó cómo montarse en la escoba, sin
deslizarse hasta la punta, y recorrió la fila, corrigiéndoles la forma de sujetarla. Harry y Ron se alegraron muchísimo cuando la profesora dijo a Malfoy que lo había estado haciendo mal durante todos esos años.


—Ahora, cuando haga sonar mi silbato, dais una fuerte patada —dijo la
señora Hooch—. Mantened las escobas firmes, elevaos un metro o dos y luego bajad inclinándoos suavemente. Preparados... tres... dos...


Pero Neville, nervioso y temeroso de quedarse en tierra, dio la patada
antes de que sonara el silbato.


—¡Vuelve, muchacho! —gritó, pero Neville subía en línea recta, como el corcho de una botella... Cuatro metros... seis metros... Harry le vio la cara pálida y asustada, mirando hacia el terreno que se alejaba, lo vio jadear; deslizarse hacia un lado de la escoba y..

 

 

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