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12 de fevereiro de 2024 às 04:52 34 views
—¡Te apretabas la cicatriz! —dijo la profesora Trelawney—. ¡Te revolcabas por el suelo! ¡Vamos, Potter, tengo experiencia en estas cosas! Harry levantó la vista hacia ella. —Creo que tengo que ir a la enfermería. Me duele terriblemente la cabeza. —¡Sin duda te han estimulado las extraordinarias vibraciones de —Lo único que quiero ver es un analgésico. Se puso en pie. Todos se echaron un poco para atrás. Parecían asustados. —Hasta luego —le dijo Harry a Ron en voz baja, y, recogiendo la mochila, fue hacia la trampilla sin hacer caso de la profesora Trelawney, que tenía en la cara una expresión de intensa frustración, como si le acabaran de negar un capricho. Sin embargo, cuando Harry llegó al final de la escalera de mano, no se Harry pasó de largo la gárgola de piedra que guardaba la entrada al Entonces recordó que no conocía la contraseña. —¿Sorbete de limón? —dijo probando. La gárgola no se movió. —Bueno —dijo Harry, mirándola—. Caramelo de pera. Eh... Palo de La gárgola permaneció inmóvil. Harry le dio una patada, pero sólo consiguió hacerse un daño terrible en el dedo gordo del pie. —¡Ranas de chocolate! —gritó enfadado, sosteniéndose sobre un pie—. ¡Pluma de azúcar! ¡Cucurucho de cucarachas! La gárgola revivió de pronto y se movió a un lado. Harry cerró los ojos y volvió a abrirlos.
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