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18 de junho de 2022 às 16:05 39 views

 

Harry empezó a encontrarse mal. El corazón le latía muy aprisa.

—¡PEEVES! —bramó Filch con júbilo—. ¡Has estado robando!

Apartó el tapiz, y Harry vio su horrible cara abotargada, y los ojos claros y saltones que observaban la escalera oscura y (para él) desierta.

—¿Te escondes? —dijo con voz melosa—. Te voy a atrapar, Peeves... Te has atrevido a robar uno de los enigmas del Torneo, Peeves. Dumbledore te expulsará por esto, ratero...

Filch empezó a subir por la escalera, acompañado por su escuálida gata de color apagado. Los ojos como faros de la Señora Norris, tan parecidos a los de su amo, estaban fijos en Harry. No era la primera vez que éste se preguntaba si la capa invisible surtía efecto con los gatos. Muerto de miedo, vio a Filch acercarse poco a poco en su vieja bata de franela. Intentó sacar el pie del escalón desesperadamente, pero sólo consiguió hundirlo un poco más. De un momento a otro, Filch vería el mapa o se tropezaría con él...

—Filch, ¿qué ocurre?

El conserje se detuvo unos escalones por debajo de Harry, y se volvió. Al pie de la escalera se hallaba la única persona que podía empeorar la situación de Harry: Snape. Llevaba un largo camisón gris y parecía lívido.

—Es Peeves, profesor —susurró Filch con malevolencia—. Tiró este huevo por la escalera.

 

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