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27 de janeiro de 2022 às 05:15 37 views
—Hola, Hagrid —saludó Harry. Hagrid levantó la vista. —... la —respondió, con la voz muy tomada. —Creo que nos hará falta más té —dijo Dumbledore, cerrando la puerta Sacó la varita e hizo una floritura con ella, y en medio del aire apareció, —¿Has oído por casualidad lo que gritaba la señorita Granger, Hagrid? —Parece ser que Hermione, Harry y Ron aún quieren ser amigos tuyos, a juzgar por la forma en que intentaban echar la puerta abajo. —¡Por supuesto que sí! —exclamó Harry mirando a Hagrid—. Te tiene que importar un bledo lo que esa vaca... Perdón, profesor —añadió —Me he vuelto sordo por un momento y no tengo la menor idea de qué es lo que has dicho —dijo Dumbledore, jugando con los pulgares y mirando al techo. —Eh... bien —dijo Harry mansamente—. Sólo quería decir... ¿Cómo Dos gruesas lágrimas se desprendieron de los ojos color azabache de —Aquí tienes la prueba de lo que te he estado diciendo, Hagrid —dijo —No todos —repuso Hagrid con voz ronca—. No todos los padres quieren que me quede. —Realmente, Hagrid, si lo que buscas es la aprobación de todo el mundo, me temo que te quedarás en esta cabaña durante mucho tiempo —replicó Dumbledore, mirando severamente por encima de los cristales de sus gafas de media luna—. Desde que me convertí en el director de este colegio no ha pasado una semana sin que haya recibido al menos una lechuza con quejas por la manera en que llevo las cosas. Pero ¿qué tendría que hacer? ¿Encerrarme en mi estudio y negarme a hablar con nadie? —Ya... pero tú no eres un semigigante —contestó Hagrid con voz ronca.
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