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5 de março de 2021 às 15:00 20 views

 

—¿Qué es eso, Hagrid?

—¿Qué, no os gusta? —dijo Hagrid, volviéndose con una botella grande en la mano.

—¿Es una loción para después del afeitado? —preguntó Hermione con un hilo de voz.

—Eh... es agua de colonia —murmuró Hagrid. Se había ruborizado—. Tal vez me he puesto demasiada. Voy a quitarme un poco, esperad...

Salió de la cabaña ruidosamente, y lo vieron lavarse con vigor en el barril con agua que había al otro lado de la ventana.

—¿Agua de colonia? —se preguntó Hermione sorprendida—. ¿Hagrid?

—¿Y qué me decís del traje y del peinado? —preguntó a su vez Harry en voz baja.

—¡Mirad! —dijo de pronto Ron, señalando algo fuera de la ventana.

Hagrid acababa de enderezarse y de volverse. Si antes se había
ruborizado, aquello no había sido nada comparado con lo de aquel momento. Levantándose muy despacio para que Hagrid no se diera cuenta, Harry, Ron y Hermione echaron un vistazo por la ventana y vieron que Madame Maxime y los alumnos de Beauxbatons acababan de salir del carruaje, evidentemente para acudir, como ellos, al banquete. No oían nada de lo que decía Hagrid, pero se dirigía a Madame Maxime con una expresión embelesada que Harry sólo le había visto una vez: cuando contemplaba a Norberto, el cachorro de dragón.

—¡Se va al castillo con ella! —exclamó Hermione, indignada—. ¡Creía que iba a ir con nosotros!

Sin siquiera volver la vista hacia la cabaña, Hagrid caminaba pesadamente a través de los terrenos de Hogwarts al lado de Madame Maxime. Detrás de ellos iban los alumnos de Beauxbatons, casi corriendo para poder seguir las enormes zancadas de los dos gigantes.

—¡Le gusta! —dijo Ron, incrédulo—. Bueno, si terminan teniendo niños, batirán un récord mundial. Seguro que pesarán alrededor de una tonelada.

Salieron de la cabaña y cerraron la puerta. Fuera estaba ya
sorprendentemente oscuro. Se arrebujaron bien en la capa y empezaron a subir la cuesta.

—¡Mirad, son ellos! —susurró Hermione.

El grupo de Durmstrang subía desde el lago hacia el castillo. Viktor Krum caminaba junto a Karkarov, y los otros alumnos de Durmstrang los seguían un poco rezagados. Ron observó a Krum emocionado, pero éste no miró a ningún lado al entrar por la puerta principal, un poco por delante de Hermione, Ron y Harry.

Una vez dentro vieron que el Gran Comedor, iluminado por velas, estaba casi abarrotado. Habían quitado del vestíbulo el cáliz de fuego y lo habían puesto delante de la silla vacía de Dumbledore, sobre la mesa de los profesores. Fred y George, nuevamente lampiños, parecían haber encajado bastante bien la decepción.

 

 

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