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24 de maio de 2020 às 06:53 20 views

 

—Eso es verdad —dijo Hermione, poniéndose en pie—. Si te ve... ¿Cómo se abre la joroba de la bruja?

—Se le dan unos golpecitos y se dice «¡Dissendio!» —explicó Harry—. Pero...

Hermione no aguardó a que terminara la frase; atravesó la sala con decisión, abrió el retrato y se perdió de vista.

—¿Habrá ido a cogerla? —dijo Ron, mirando el punto por donde había desaparecido la muchacha.

A eso había ido. Hermione regresó al cuarto de hora, con la capa plateada cuidadosamente doblada y escondida bajo la túnica.

—¡Hermione, no sé qué te pasa últimamente! —dijo Ron, sorprendido—. Primero le pegas a Malfoy, luego te vas de la clase de la profesora Trelawney...

Hermione se sintió halagada.

• • •

Bajaron a cenar con los demás, pero no regresaron luego a la torre de Gryffindor. Harry llevaba escondida la capa en la parte delantera de la túnica. Tenía que llevar los brazos cruzados para que no se viera el bulto. Esperaron en una habitación contigua al vestíbulo hasta asegurarse de que éste estuviese completamente vacío. Oyeron a los dos últimos que pasaban aprisa y cerraban dando un portazo. Hermione asomó la cabeza por la puerta.

—Vale —susurró—. No hay nadie. Podemos taparnos con la capa.

Caminando muy juntos, de puntillas y bajo la capa, para que nadie los viera, bajaron la escalera y salieron. El sol se hundía ya en el bosque prohibido, dorando las ramas más altas de los árboles.

Llegaron a la cabaña y llamaron a la puerta. Hagrid tardó en contestar;cuando por fin lo hizo, miró a su alrededor; pálido y tembloroso, en busca de la persona que había llamado.

—Somos nosotros —susurró Harry—. Llevamos la capa invisible. Si nos dejas pasar; nos la quitaremos.

—No deberíais haber venido —dijo Hagrid, también susurrando.

Pero se hizo a un lado, y ellos entraron. Hagrid cerró la puerta rápidamente y Harry se desprendió de la capa. Hagrid no lloró ni se arrojó al cuello de sus amigos. No parecía saber dónde se encontraba ni qué hacer. Resultaba más trágico verlo así que llorando.

—¿Queréis un té? —invitó.

Sus manos enormes temblaban al coger la tetera.

 

 

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